viernes, 18 de noviembre de 2011

Recetas para el fin del mundo. Un buen fin de semana

Es complicado. Todas las noches, un agente de tránsito revisa escrupulosamente en unos planos, las principales arterias de la ciudad. Desde esa hora empieza a enviar el plan trazado con exactitud milimètrica. Calle por calle, se van sumando como el delicado mecanismo de un reloj suizo, aunque ahora podría ser atómico.
Justo cuando la carga vial empieza a aumentar, en un fin de semana con dìa feriado, y una campaña gubernamental alentando los descuentos en diversas tiendas en todo el paìs; empieza a cobrar vida propia el proyecto vial.

Entorpezca en todo lo posible la circulaciòn. Esa es la consigna.
Por supuesto, información al conductor visible por unos tambos solo cuando se haya acercado lo suficiente, NO hay paso. Por si no le ha quedado claro. En lo demàs hacer cara de póquer, usted no sabe nada, es más dígase extranjero.
Para ello, lo que a mí me tocò fue ser sacada de los carriles del principal acceso de la ciudad, arrojada a un raquìtico camino lateral, con mi egomòvil abriéndose paso entre los tráilers de doble remolque y una que otra nodriza de automòviles. Si pasé por entre sus llantas es cosa que prefiero no recordar.
Luego de media hora en tan infernal procesión, veo la dichosa avenida libre de polvo y paja, mientras todos hasta la maderè, enfrascados y hartos, buscàbamos un reducto por donde escapar. A lo lejos, imagino a los agentes de trànsito, sonrientes y satisfechos. Lograron su objetivo en su àrea.

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